La importancia de una buena coordinación. Una cuestión de confianza

Alicante, 23 de abril de 2008 – El coordinador constituye una pieza clave para cohesionar el engranaje de la cadena de producción en las empresas que crean productos integrales.

Las empresas actuales se caracterizan por estar divididas en diferentes departamentos y éstos a su vez por áreas donde el trabajo se desarrolla de forma estanca y especializada. Esta situación puede tener varios objetivos: aumentar la productividad, ser más operativos, dar respuesta a una demanda de los trabajadores, etc. Tengamos en cuenta que en nuestro sistema educativo prima la especialización y nos sentimos más seguros cuando nos movemos en el terreno en el que nos hemos formado.

La especialización, en sí misma, es un avance; pero no olvidemos que requiere de una actualización continua de los conocimientos y un esfuerzo por conocer las últimas tendencias; es decir, parte de nuestro tiempo ha de invertirse en la investigación. Sin esta actualización corremos el riesgo de vernos incapaces de afrontar un requerimiento que se escapa de nuestro delimitado -por formación- campo de acción.

Estamos acostumbrados a que nuestros conocimientos sean medidos, evaluados; pero no tanto las capacidades, y entre ellas hay una que es clave para el buen funcionamiento en los engranajes internos de una empresa: la empatía.

Si unimos estas dos cualidades, formación y capacidad de identificarse mental y afectivamente con las demás personas, obtenemos una figura básica, más que en el mundo empresarial, en el «corazón» de las empresas: la del coordinador.

El coordinador es conocedor del funcionamiento general de cada departamento de la empresa y de las actuaciones o posibilidades de cada trabajador; son los que pueden afirmar que «conocen la empresa en la que trabajan» porque se implican con el proceso y con las personas que lo desarrollan. Creen y confían en lo que su empresa hace y en cómo lo hace, y eso es algo que los compañeros y los clientes notan y aprecian.

Cuando un cliente termina de exponerle al coordinador lo que quiere, se va con la tranquilidad de saber que éste no sólo lo ha entendido, sino que esa persona siente la demanda como suya; acto seguido el coordinador empieza su labor: Visualiza las fases del trabajo, las personas que lo pueden llevar a cabo y el tiempo necesario. Es decir, cohesiona y estructura el equipo que va a crear el producto o servicio demandado; flexibilizando esas «barreras» de los distintos campos de acción propios de las empresas que desarrollan productos integrales. Y todo ello de una forma equilibrada entre los intereses de la empresa, del cliente y del suyo propio. El objetivo final es evidente: garantizar el cumplimiento del trabajo encargado y entregar el producto acabado. Pero, ¿realmente es eso lo único que se ha conseguido? Evidentemente no, hay algo mucho menos tangible pero que se percibe: la confianza.

Esa es la mejor manera de fidelizar un cliente y un equipo de trabajo.

Julia Bernal Ferriz

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